Gran maestro de las Escrituras, reconocido en España y en el extranjero. Su pensamiento gira alrededor de, por lo menos, tres ejes fundamentales que recorren toda su obra.

El pasado 15 de enero fallecía en Barcelona, después de una larga enfermedad, José Grau Balcels. De su muerte se han echo eco periódicos nacionales como El País o La Vanguardia. También revistas extranjeras, como la prestigiosa The Banner of Truth con un emocionado tributo de James E. Adams. Por supuesto los diarios digitales de ámbito evangélico le han dedicado numerosos artículos. Para los que lo conocíamos personalmente, y le considerábamos uno de nuestros maestros, es una muy sensible pérdida. Nos deja un valioso legado de libros, artículos y predicaciones online que serán siempre un tesoro de reflexión bíblica y teológica de primer nivel. Un pensamiento realizado desde nuestra cultura evangélica española, teniendo en cuenta mucho de lo bueno que apareció en el mundo evangélico nacional e internacional de finales del siglo XX. De entrada, debemos mencionar su fructífera relación y colaboración con José Mª Martínez. Este está entre los primeros en apreciar los dones que Dios ha dado a José Grau. Así, es José Grau el que introduce en España al gran Francis Schaeffer con cuidadas traducciones de muchas de sus obras (sobre este autor se puede consultar el siguiente artículo: http://www.edificacioncristiana.com/portada/3.php). También nos presenta a John W. Stott, Leon Morris, R.V.G. Tasker, G.C. Berkouwer y Ernest Kevan, entre otros. Grau fue también un atento observador de la teología evangélica que viene de América latina, llamando nuestra atención sobre la interesante obra de Pedro Arana, René Padilla y Samuel Escobar. Intervino en el crucial Congreso de Evangelización del Mundo que tuvo lugar en Lausana en 1974, donde participó con una conferencia titulada El Reino de Dios entre los Reinos de la Tierra. Los escritos del señor Grau muestran siempre una inusitada pertinencia. Su anclaje bíblico es siempre considerable. Así, por ejemplo, su tratamiento del aborto, de tan rabiosa actualidad en estas fechas (en este sentido os recomiendo el último documento de la Alianza Evangélica Española sobre el proyecto de la ley del ministro Gallardón). Nuestro consuelo es que ahora está con el Señor, lo cual es muchísimo mejor (Epístola a los Filipenses 1:21).

Pero, para algunos de nosotros, además de su obra, nos deja la huella imborrable de su amistad y testimonio cristiano. No puedo olvidar aquellas conversaciones durante las Conferencias Cipriano de Valera a las que José Grau asistía como ponente. Era también un hombre con un talante afable y humilde, imitando a su Maestro, el Señor Jesús (Evangelio de Mateo 11:29). También atesoro el recuerdo de la última vez que le vi, en su piso de Barcelona. Todavía vivía entonces María Beltrán, su muy querida esposa, que falleció también recientemente y que fue un apoyo esencial para José Grau. Tuvieron la amabilidad de pasar unas horas conmigo en una amena conversación. Hablamos, como se suele decir, de lo divino y de lo humano, como era característico del señor Grau. De la ciudad de Barcelona, que amaba y cuyo amor comparto. De hecho, unos de los recuerdos más vívidos que atesoro de mi infancia es mi primera visita a Barcelona. Ya entonces me cautivó. En este sentido, me identifico plenamente con las palabras de Don Quijote a Don Álvaro Tarfe con respecto a la ciudad condal: “...Barcelona, archivo de la cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades, y en sitio y en belleza, única; y aunque los sucesos que en ella me han sucedido no son de mucho gusto, sino de mucha pesadumbre, los llevo sin ella, sólo por haberla visto”. Sobre todo, ahora, cuando habla Don Quijote de la “correspondencia grata de firmes amistades, y en sitio y en belleza, única”. Barcelona para mí representa también la belleza del mar que, por otro lado, tanto amaba el señor Grau. Incluso hablamos del crecimiento de las iglesias en Barcelona en la época de la represión franquista, y a pesar de la misma. También me hace ilusión pensar que mi primer libro en colaboración con otros autores, Una Fe para el Tercer Milenio, contiene un excelente capítulo de José Grau sobre las raíces de nuestra fe. Estas se encuentran en las grandes doctrinas de la Reforma del siglo XVI, solo la Escritura, solo la gracia y solo la fe que, en palabras de Grau, se resumen en el "solo Cristo” y que concluyen en el triunfante soli Deo gloria, solo la gloria a Dios. Este fue el tema que desarrolló y expuso magistralmente en su ponencia en el VI Congreso Evangélico Español titulada Nuestra Identidad Evangélica.

José Grau nació justamente el 1 de enero de 1931. No descendía de una familia particularmente religiosa. Aun así, citando sus propias palabras “desde muy joven me planteaba cuestiones fundamentales: ¿cuál es el sentido de la vida?, ¿estamos aquí por casualidad, fruto del azar o existe un Dios creador con propósitos y planes para nuestras vidas? Pasé por diversas etapas. Primero fui ateo y luego desemboqué en una especie de agnosticismo. Leí muchos libros y contrasté muchas opiniones hasta encontrar en Jesucristo la respuesta a mis interrogantes”. Su conversión ocurrió en 1953. Como nos pasó a muchos, fue la lectura del texto bíblico directamente lo que nos cambió pues, por medio de su Palabra, Dios, por su Espíritu, vino a nosotros mostrándonos la gloria del Señor Jesús. Con el tiempo, Grau llegó a ser un gran pensador, escritor y editor evangélico. Como tantos otros que vivieron parte de su fe durante la dictadura franquista, Grau experimentó persecución. La policía llegó incluso a destruir 4.000 libros y 60.000 folletos que le fueron requisados el viernes santo de 1960. Al año siguiente, concretamente el 13 de diciembre, el diario británico The Times publicaba la noticia de que José Grau y el impresor Salvador Salvadó habían sido sentenciados a un mes y un día de cárcel acusados de “actividades subversivas contra la religión oficial”. No llegaron a ingresar en prisión pero tuvieron que pagar una gran multa para evitar la cárcel. Reflexionando sobre esos días, Grau dice que “así que hubo juicio, confiscación y condena por la acción conjunta de ambas censuras, la franquista y la católica”.

José Grau fue un gran maestro de las Escrituras, reconocido en España y en el extranjero. Su pensamiento gira alrededor de, por lo menos, tres ejes fundamentales que recorren toda su obra. En primer lugar, la importancia de reconocer el verdadero cimiento de todo conocimiento salvador de Dios en Cristo, que no es otro que la Escritura. Lo que bien podemos llamar una teología de la Palabra de Dios. Frente a la pregunta: ¿existe Dios?, Grau nos dirá que la respuesta está en plantearse otra pregunta: ¿ha hablado Dios? Efectivamente, Dios ha hablado y el registro infalible, y por ello veraz de su voz, se encuentra en las páginas de la Biblia. Esta es el único fundamento de la Iglesia (Epístola a los Efesios 2:20, Libro de Apocalipsis 21:14), como argumenta Grau en unos de sus mejores libros titulado El Fundamento Apostólico, un auténtico clásico de la literatura evangélica. Al mismo tiempo, en sus dos volúmenes sobre Catolicismo Romano, Grau demuestra, apelando a las fuentes históricas, como el catolicismo romano actual es el fruto del alejamiento y rechazo de la suficiencia y suprema autoridad de las Escrituras en cuanto a todo lo que debemos creer o practicar.

En segundo lugar, Grau subrayó la trascendencia de los primeros tres capítulos del Génesis, el primer libro de la Biblia. En ellos se nos narra la creación por el Dios eterno y todopoderoso, de los cielos y la tierra, de todo lo que hay. Pero también se nos revela la caída del hombre en el pecado. La enseñanza de estos capítulos es el trasfondo de toda la Escritura. En ellos tenemos la única explicación coherente de la realidad que observamos a nuestro alrededor. Y, precisamente por eso, son esenciales para enfocar adecuadamente nuestra vida en este mundo. Grau desarrolla, con una atractiva claridad, una teología de la creación y de la caída. Esta aparece en una pequeña joya, como es su librito titulado Goza de la Vida. Pero es principalmente expuesta en sus comentarios a Eclesiastés y al Cantar de los Cantares. Estos libros nos instruyen sobre el arte de vivir sabiamente en un mundo creado por Dios, pero sumido al mismo tiempo en el pecado. La vida es un regalo de Dios. Es Dios el que también nos invita a disfrutar de los dones que encierra la vida. Pero el fin último de nuestra existencia no se alcanza sino tenemos en cuenta a Dios mismo: “El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala” (Libro de Eclesiastés 12:13-14). Solo Dios puede otorgar auténtico sentido a nuestra vida. Y este solo se encuentra en una relación salvadora con Dios mismo.

Y es precisamente a la luz de las doctrinas de la creación y de la caída que podemos entender otro de los énfasis de José Grau, la doctrina del reino de Dios en Cristo. En la línea de pensadores tan reconocidos como Geerhardus Vos, Herman Ridderbos y Oscar Cullmann, José Grau desarrollará una teología del reino de Dios. Por medio de este concepto, Grau no está simplemente diciéndonos que Dios gobierna sobre todo y sobre todos. Está más bien indicando la voluntad y presencia salvadora de Dios en Cristo. Grau sostiene que hay un aspecto presente del reino: “Esto es así porque el reino viene con el Rey; Cristo ha llegado y, por consiguiente, el reino con él”. Pero hay también otra realidad del reino que debemos apreciar para hacer justicia a esta noción en las Escrituras, el aspecto futuro del reino: “El reino vino con Cristo, pero queda todavía un cumplimiento final del mismo que se halla igualmente ligado a la venida de Cristo otra vez, en gloria”. Grau añade que existe, pues, una triple dimensión del reino: “vino, está viniendo y vendrá”. El pensador de Barcelona añade otra verdad capital: “el reino vino por la cruz”. La centralidad de la cruz estriba en el hecho de que esta es, básicamente, la victoria del Rey Jesús sobre Satanás y el pecado. Un triunfo que aparece ya en la resurrección del mismo Cristo, pero que será revelado en toda su plenitud con la aparición visible de Cristo en su segunda venida, para destruir al postrer enemigo, que es la muerte (1ª Epístola a los Corintios 15:24-26). Una venida que traerá la recreación del mundo por el Señor Jesús, tal y como aparece en la 2ª Epístola de Pedro 3:13: “Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia”. Este versículo era muy querido por el señor Grau. Como también solía decir, en el Génesis todo empezó en un paraíso. En el Apocalipsis termina en una ciudad. Al mismo tiempo Grau subrayaba que el reino de Dios es una realidad dinámica que deja su impacto en la Iglesia que son “todos los que han aceptado el evangelio del reino con fe salvadora”, pero también en la Historia “ya que el reino abarca más que la Iglesia”. Sus consideraciones sobre el reino de Dios aparecen en muchos de sus libros, aunque las desarrolla más pormenorizadamente en su volumen sobre Escatología.

Creo que su vigoroso pensamiento no dejará de influir en nuestro mundo evangélico de habla hispana. De hecho, José Grau quedará cómo uno de los mejores referentes de la teología evangélica y reformada española y europea. El mejor homenaje que le podemos hacer es el de leer sus escritos y escuchar sus predicaciones online. Así, en todo momento, podremos continuar aprendiendo provechosamente sobre las riquezas que encierran las Escrituras. Siempre habrá mucho en lo que enseña, que nos animará a seguir en los pasos de Jesús de Nazaret para la gloria de Dios.

Artículo escrito por José Moreno Berrocal y publicado originalmente en esta página web el sábado 28 de junio de 2014.